Lilian Valiente es una cocinera del barrio La Sirena que pudo reencontrarse con sus cinco hijos, tras dos meses de luchar contra la enfermedad. “Volví a nacer”, reconoció emocionada la mujer.
Una vecina de Florencio Varela, de 58 años, se aferró a la vida y le ganó la batalla al Covid-19 en el Hospital El Cruce, donde estuvo al borde de la muerte, en coma y con respirador artificial durante dos meses, tiempo en el que permaneció internada en Terapia Intensiva.
“Yo nací de vuelta”, expresó, tras recibir el alta médica, Lilian Valiente, una cocinera del barrio La Sirena que pudo rencontrarse con sus cinco hijos. La mujer, que trabajaba en su casa cocinando empanadas cortadas a cuchillo y milanesas de pollo, contrajo coronavirus este año y su cuadro de salud se agravó.
“Un mañana empecé a sentirme muy mal, me dolía la espalda y tenía fiebre. Entonces mis hijos me llevaron a la guardia del hospital Mi Pueblo y luego al UPA, y de ahí vine a El Cruce y acá quedé internada. Dos meses en Terapia Intensiva con respirador, sedada y hasta deliraba”, contó Lilian, que regresó al hospital para saludar a las kinesiólogas Carolina, Leticia y Mariana, que todas las tardes la trasladaban de su habitación al patio para despejarse y tomar aire, como parte del proceso de sanación.
“Fue muy difícil todo lo que pasé. Me lo contaron los enfermeros porque yo no recuerdo nada de ese tiempo que estuve con respirador. Yo estaba muy mal pero gracias al equipo de salud de El Cruce salí adelante. Y también quiero agradecer a todos los vecinos que hicieron cadena de oración por mí”, agregó.
Por su parte, Carolina Gosis, kinesióloga de El Cruce, contó que cuando conoció a Lilian “estaba muy grave”. “Pero cuando me enteré que su apellido era Valiente dije ‘esta señora tiene que salir adelante’. Pasó por todas las situaciones, mejoraba y luego empeoraba”, detalló y, luego, añadió: “Y cuando empezó a ganarle a la enfermedad, empecé a conocerla realmente y fue una paciente que le puso todo. No podía mover sus manos, ni sus piernas y de a poco fue progresando, empezó a moverse como podía. Luego se pudo sentar y vino el proceso de sacar el respirador, que costó un montón y luego retirar la cánula. Pero Lilian lo fue logrando con mucha voluntad y siempre siendo muy ‘valiente’, haciéndole honor a su apellido. Siempre a los pacientes que salen adelante les agradezco por darnos la esperanza de seguir peleando contra esta enfermedad que muchas veces nos tira muy abajo”.